lunes, 5 de junio de 2017

CUANDO TRATAS A UNA PERSONA, SIEMPRE GANAS


CUANDO TRATAS A UNA PERSONA, SIEMPRE GANAS


Autor: Javier Narváez
Alumno Tercer semestre Medicina
Fundamentos del profesionalismo


Cada persona que requiere atención médica es distinta y susceptible a cambios de ánimo derivados de temores y pensamientos repentinos, como consecuencia de  su padecimiento. Por ello la confianza que esa persona y su familia depositan a ojos cerrados en el profesional de la salud, resulta fundamental para establecer la relación médico paciente.

Pero ¿es solo esa confianza la clave del éxito de esta relación? O puede serlo también la empatía, la cual nos pone en los zapatos del que sufre, de quien padece en silencio o gritando, de quien habla o de quien calla, de quien ríe o de quien llora.

Para responder esa pregunta, es necesario pensar, qué desea el paciente, y qué necesita, o más bien, si lo que desea y necesita pueden tener cabida en el mismo lugar;  o pensar, quizás, en el trato que reciben por parte de los profesionales de salud, ya que la evolución y respuesta positiva al tratamiento,  también es un reflejo de  la comunicación asertiva y la confianza generada con el paciente y su familia.

Es en este contexto en el que debemos plantearnos el interrogante:
¿Está lo que quiere y lo que necesita el paciente en el mismo lugar?
La respuesta a ello, es, sí.  

Cuando un paciente se acerca a un profesional de la salud lo que desea y lo que necesita es disipar el padecimiento que lo aqueja, acabarlo o cuando menos aliviarlo, pero siempre en aras de mejorar su calidad de vida; lo cual va en consonancia con el deber de los médicos de aplicar todo el conocimiento adquirido durante años de arduo estudio y sumado a ello sus años de experiencia.

Sin embargo, el paciente también desea y necesita ser escuchado, ser entendido, no ser tratado como un objeto sin nombre o dejar que su patología los defina, que, como profesionales de la salud, no cambiemos sus nombres por los de sus enfermedades, porque si esto sucede, la tan preciada confianza, pilar de la relación ejemplar que debe existir entre el médico y el paciente simplemente falla, y desde sus cimientos.

Así pues, si la confianza es un pilar esencial en la relación médico-paciente y la empatía se convierte en base. El conocimiento no sólo se construye a través de los profesionales de la salud, sino que se adquiere con y por nuestros pacientes, quienes nos dan la posibilidad de transformar la teoría en práctica y son la razón de ser de nuestra profesión que nos da el privilegio de ayudarlos pero sobre todo mejorarles su calidad de vida, propósito que se convierte en el motor que energiza nuestro proceder.

Esta situación me recuerda a una frase célebre de la película llamada “Patch Adams” “cuando tratas una enfermedad, pierdes o ganas, cuando tratas a una persona, siempre ganas” esto hace referencia a que muchas veces en la práctica médica olvidamos que detrás de las patologías en las que pensamos cuando llega un paciente a consulta, hay miles de historias representadas en una persona que desea ser tratada con dignidad y respeto; además de su enfermedad, es necesario pensar en la persona, leer su entorno, preocuparse por el individuo, el ser humano que está ahí y que se expone ante nosotros con la fragilidad y vulnerabilidad que puede tener un ser que se presenta frente a alguien de quien necesita ayuda.

Muchas veces las enfermedades pueden tener un curso incierto, y el tratamiento permite o impide su progreso, pero, hacer felices a los pacientes por un momento, hacerlos sentir respetados, entendidos, valorados, y no solo como un objeto de estudio, es siempre una ganancia, tanto para él como el médico.

Es así como los médicos no debemos ser solo guardianes del saber, sino también de las buenas formas, de la empatía, la amabilidad y el respeto, ya que seremos  valorados no solo por los procedimientos correctos que pongamos en práctica en aquel paciente que lo necesita, sino también en otros aspectos, ya que ésta profesión se trata de ayudar, en toda la extensión de lo que la palabra implica.   Quienes escogimos este camino, debemos tener en cuenta que hay maneras muy grandes de ayudar; como escuchar cuando es necesario, sonreír cuando la situación lo requiere, dar un consejo, e incluso si es necesario, llorar para acompañar a alguien.

No olvidemos que un médico es un ser humano, con control emocional, sí, pero con sentimientos, al fin y al cabo, sentimientos que nos condujeron a tomar esta profesión con amor, y que no debemos dejar totalmente de lado en nuestro ejercicio profesional y vocacional; Solo así, saldremos del consultorio, o de la sala de urgencia o de cualquier lugar donde estemos laborando, con la satisfacción del deber cumplido, pero sobretodo, con la certeza de tener un  paciente agradecido.



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